Transforma el ruido de tu mente en un regalo para el alma

Me encanta el silencio… Su apacible presencia me desapega de lo que me parecía relevante hace un instante. Embalsama mi cuerpo, expande mi mente y casi me da alas. Suave caricia que me devuelve a la quietud fetal, perfecta nana que me sumerge en el infinito. Es tan delicioso… como efímero.

El silencio consigue fusionarse con el chisporroteo del fuego, el canto de los pájaros, el viento, los cencerros de vacas, ovejas y cabras, la lluvia, el revolcón de un par de gatxs traviesxs, el crujido de la tierra bajo los pies de lxs caminantes… Juntxs crean una sinfonía silenciosa, una sinergia de la que soy participe a través del sonido de mi respiración. La sinfonía silenciosa es de una delicadeza extrema y capaz de enternecer al corazón intrépido que se asoma al ahora.

Y sin recibir la invitación de nadie, sin escrúpulos ante momentos de tal belleza… Irrumpe esa loca con maracas y gaitas que vive en la azotea. Le encanta hacerse oír y desbancar al silencio con sus estridencias y cabriolas. Indómita, rebelde y necia, terca como una mula (y mira que son tercas las mulas…). Así es ella cuando se lo propone, cuando le permito desde mi inconsciencia tomar la batuta de la orquesta. Y es que la mente… ¡se las trae! Danza, salta, parlotea y poco le importa que haya limpiado u ordenado por ahí arriba. A ella le encanta verlo todo, es curiosa, exploradora, todo lo quiere saber. Una vez empieza… ¡no para quietecita! Va de un lado a otro olisqueando, opinando, lanzando juicios y quejas. Es inconformista a la vez que cobarde, siempre prefiere huir a otro espacio-tiempo diferente al aquí-ahora y me niega el «simplemente». ¡Ay, mente! ¡Qué pretenciosa me eres! Aunque esa sea tu naturaleza… no es tu meta.

No hay mayor cotorra… Quien inventó el TDAH se limitó a definir su propia mente, me temo. Pero… esta linda cotorrita, con tantas ganas de marearnos, de llevarnos por mil derroteros cada cual más extraño y de hacernos creer lo que no es… es una gran sierva, si conseguimos entrenarla como tal. No le gusta el látigo,  ni las órdenes,  así que tampoco hace falta que se los muestres. No se trata de eso. Pero… ¿y si entablamos una relación de amistad? Aceptemos su espíritu inquieto, su ávida necesidad de investigar más allá del ahora, su caminar de puntillas en varias direcciones dejando a su paso discretos y confusos rastros. Aceptemos que le falta brújula… ¡y ofrezcámosela!

Personalmente, no me gusta la TV, pero creo que representa un símil de lo que quiero explicar. Tantas cadenas, tan diferentes, tantos registros. Coges el mando y presionas los botones prestando una ligera atención a lo que muestra la pantalla. No te interesa, cambias. Esto tampoco, cambias. Ni esto, cambias. Haces zapping cómodamente reposadx en el mejor de los sillones y… ¡detente! Parece que hay algo que te impide cambiar de cadena. Estupendo, no cambies. Explóralo, date el permiso de conocer sus detalles, investiga sus recovecos, siente cómo resuena en ti.

¿Y si hacemos lo mismo con la mente? Deja pasar cada uno de sus pensamientos, no te enredes en ellos, no los alimentes con tu atención. Dependen tanto de la fuerza que les des, que tu indiferencia les hará abandonarte uno tras otro. Pero… ¡bueno! ¿Qué es esto? Asoma algo un poco diferente, con un tinte interesante. ¡Atrápalo! Cógelo entre tus dedos y siente su tacto, huélelo, obsérvalo, escúchalo, saboréalo. ¿Te hace cosquillas? ¿Te planta una sonrisa en la cara? Dedícale un poco más de tiempo. Papel y boli (o aparatito digital, si te va más el rollo tecnológico). No permitas que se escape esa idea sin imprimirte su huella. Hazle preguntas y anota sus respuestas. Dialoga con la loca de la azotea sobre esa preciosa creación que acaba de compartir contigo. No dejes que la entierre entre otras creaciones que no te han hecho cosquillas, que no te han plantado una sonrisa.

Es curioso… Cuando la mente nos lo pone difícil, le hacemos caso. Pero cuando nos lo pone fácil… recordamos que tenemos que poner la lavadora, que la factura de la luz es sumamente cara, que la comida nos ha quedado sosa hoy… No voy a poner ejemplos dramáticos en esta lista porque, aunque en ocasiones los haya, no los necesitamos para que la mente huya. Cualquier excusa es buena para desatenderla en sus arrebatos de genialidad. Y es que… realmente, es brillante. ¡Sobre todo si le concedemos el espacio para serlo!

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La mente es el ovario que incansable produce óvulos con un gran potencial de vida. Pero, si no los fecundamos con la semilla de nuestro amor, desgarran las paredes de nuestro útero y los menstruamos. Si, por el contrario, facilitamos la concepción de esa idea… ¡daremos a luz a algo único! No te prives ni a ti ni a lxs demás de tu poder creador. Agarra esa idea que ahora mismo te hace cosquillas, que te planta una sonrisa. Nútrela con tu atención, dialoga con ella, bautízala y búscale un escenario para que baile y un corazón para que acaricie… el tuyo. Permítela nacer y vívela en cada poro. Enamórate de cada instante que compartas con ella y agradece todo lo que trae para ti. Quizás, en algún rincón, haya alguien que se vea inspiradx por tu intrépida concepción, tu paciente gestación y tu deslumbrante parto. ¡Y seguramente le entren ganas de concederse ser madre! Jejeje 🙂 Atrévete a alumbrar las ideas que te hacen cosquillas, que te plantan una sonrisa. Es la mejor muestra de gratitud que le puedes devolver a la mente por haberte permitido transformar su ruido en un regalo para el alma.

 

 

 

2 comentarios en “Transforma el ruido de tu mente en un regalo para el alma

  1. Profunda y al mismo tiempo sutil reflexión…
    Dices, y dices bien, muchas cosas importantes y, precisamente por eso, difíciles de barajar.
    No cabe duda que la consecución de tu propuesta producirá una gran paz y felicidad a quienes lo logren.
    Luchemos por llegar a esa cima.

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    1. Gracias por tu aportación Tino!

      En realidad, no hay ninguna cima a la que llegar. No hay nada que lograr. Se pueden hacer muchas lecturas de un mismo conjunto de palabras, todas ellas muy correctas!

      Se pueden rescatar ideas de gran envergadura, o ideas que por ser tan pequeñas son enormes. Elección de cada momento vital, supongo. A veces nos sentimos tan fuertes que nos atrevemos a soñar y a dar unos primeros pasos en dirección a algo así como una utopía. Otras, simplemente nos dejamos mecer por la vida… Aprendiendo el desapego del pasado, de quien creías que eras. Aprendiendo también a entender que el futuro se desvanece en cada ahora, y que las expectativas solo sirven para sembrar distorsiones (y desilusiones) que nos alejan de la propia esencia de todo.

      En cualquier caso… Es grato socorrer a al menos alguna de ellas (grande, pequeña, mediana) de su letargo y transformarla en acción.

      Nuevamente gracias por implicarte y compartir 🙂

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