La explosiva abundancia de pequeñas cosas

Son casi las 4AM. Hoy lo de dormir está siendo un poco complicado porque tengo un catarro considerable que me lo está impidiendo. Aún así, resulta muy agradable enfocar el oído en los sonidos de la noche, dominados por un silencio genérico del que van brotando matices encantadores cuando la cabeza mareada me permite ser consciente de ellos: el constante chorro de agua que hace rebosar el abrevadero, alguna cencerra grave de las vacas del prado de al lado, alguna cencerra aguda de nuestras cabras descansando en su cuadra, mis estornudos (estos no son sonidos tan «encantadores», pero forman parte igual que el resto), una lechuza lejana…

Hoy «duermo» sin compañía humana, pues Busgosu se quedó en el pueblo para ir tras la pista de Margarita y Nerona, nuestras mula y burra fugitivas (oooootra vez…) Esto plantea la ventaja de poder manifestar mi ruidoso e inquieto catarro sin alterar el sueño de nadie. Además, tengo la gran fortuna de poseer un objeto vital: un farolillo eléctrico cuya batería se recarga con el sol, lo que me facilita escribir o leer aún siendo de noche. A pesar del frío, que ya empieza a dejarse notar (aunque las noches aquí siempre son fresquitas), cuento con un montón de ropa y mantas que otras personas fueron desechando (cortesía del espíritu consumista que impera en nuestra sociedad). Y por si esto fuera poco, tengo a mi disposición un sistema inteligente de calefacción independiente que va recorriendo mi cama con ronroneos y suavidad extrema: mi pequeña Noe, la siamesa cazarroedorxs.

Mañana por la mañana me espera una sesión intensa de gimnasio gratuito: bajar leña del monte, cortarla y apilarla. Parece ser que este finde tendremos muy muy muy mal tiempo. Anuncian viento, tormenta y nieve a 800m para el sábado y a 600m para el domingo. Aquí superamos los 1100m, así que me va a tocar tragármelo casi fijo (contaba con ello para invierno, pero no para otoño!) Temo no estar preparada para afrontarla, pero si no es muy prolongada, puede resultar más o menos «fácil». Afortunadamente, los árboles todavía conservan gran parte de su hoja, así que puedo alimentar a mis rumiantes si el suelo se cubre de nieve. Sólo tengo que pasear mi catarro bajo la tormenta de vez en cuando para rellenarles el comedero con ramas de haya, roble, fresno o cualquier otro caducifolio. Las cabras son animales sumamente adaptativos en lo que a la alimentación se refiere, y eso me encanta.

Después del gimnasio, bajaré al pueblo para pegarme una ducha calentita y marchar a «trabajar». Ahora que no tengo acceso a la ducha igual que antes, se me presenta como uno de esos pequeños placeres reconfortantes de la vida. Cuando se convierte en una rutina diaria, corre el riesgo de hacerte olvidar todo el confort que te brinda. Una ducha caliente supone una oda a la gratitud, de verdad. Desentumece tus músculos tensos por el frío, arrastra toda la mierda que cubre tu cuerpo (bueno, es que en mi caso suele ser mucha, teniendo en cuenta que me paso el día rebozada en tierra, y le pongo miramientos 0 a hacer la croqueta donde y cuando me da la gana), te masajea con mimo como un/a amante cariñosx y te confina en su presencia alejando temporalmente las preocupaciones y los tormentos diarios. Y si eres de lxs que canta en la ducha como yo, ofrece un valor añadido inconmensurable.

Las pequeñas cosas… La paz nocturna, prolongar la actividad diurna a través del sol recolectado en un farolillo, un libro estimulante cortesía temporal de la biblioteca, un cuaderno con páginas en blanco y un boli con tinta, papel para poder sonarme los mocos, una compañera felina con funciones de estufa, liberar tensión (y frío!) a través del movimiento, la disponibilidad de combustible renovable, una tierra fértil proveedora de alimento, un paseo por el monte, una ducha calentita, canciones que cantar… Estamos rodeadxs de motivos por los que agradecer continuamente. Pero a veces lo olvidamos y ponemos el foco en el problema, el conflicto o el miedo. Y ojo! Hay que hacerlo! Hay que poner el foco en el problema, el conflicto o el miedo, porque hay que encontrar soluciones que poner en marcha. Pero también hay que desenfocar el problema, el conflicto o el miedo para no ahogarnos en ellos, y así poder apreciar esa explosiva abundancia de pequeñas cosas que lo hacen todo más fácil, armonioso, bello y/o coherente con tu proyecto vital. Esa explosiva abundancia de pequeñas cosas que a veces pasamos por alto porque tenemos la fea costumbre de darlo todo por hecho, olvidando toda la energía que fue necesaria para que esas pequeñas cosas llegaran a formar parte de nuestras vidas.

Especialistas en la queja, damos la espalda a la gratitud. Y otra vez… necesitamos la queja! Aligera nuestros pesares al compartirlos y nos pone en movimiento. Y yo me quejo bastante… Que si las babosas que se comen las verduras del huerto, que si la industria del carbón y su influencia en la emisión de gases de efecto invernadero, que si los conflictos armados, que si los intereses de la industria farmacéutica, que si mi falta de constancia, que si los despistes de Busgosu, que si el uso de herbicidas y plaguicidas… Será por quejas! No me caben en los puntos suspensivos. Y nuestras quejas tienen un valor que no podemos obviar: nos unen, nos ayudan a tomar decisiones lo más coherente posible en cada momento, nos empujan a la lucha y al cambio, nos hace darle significado a la palabra «compromiso»…

Pero más importante es si cabe el saber agradecer. Agradecer nos permite fortalecer el vínculo con aquello que despierta nuestra gratitud, pone el foco sobre esa parte positiva en nuestras vidas, nos convierte en exploradorxs de lo grato y genera un mundo-hogar más acogedor. Agradecer el sol, el aire, el agua y la tierra. Agradecer la compañía y la soledad. Agradecer el incansable ingenio humano buscando siempre la forma de hacer la vida más fácil. Agradecer la belleza manifiesta allí donde mires. Agradecer aquello que nos hace daño, aunque quizás haga falta tiempo para desenmascarar el por qué de la gratitud en estos casos. Agradecer profundamente nuestras raíces. Todxs lxs que por aquí pasaron antes que nosotrxs merecen nuestra gratitud por habernos facilitado las condiciones que hoy conocemos (alimento, cobijo, vestido, energía, comunicaciones, arte y un etc infinito). Y es que todxs contribuímos a nuestra manera a brindar motivos de gratitud. Sencillamente, no podemos pasarlo por alto. Entre todxs, somos capaces de llenar los días y las noches de esa explosiva abundancia de pequeñas cosas que nos entrenan en el noble arte de la gratitud.

6 comentarios en “La explosiva abundancia de pequeñas cosas

  1. Es fantastico que nos vuelvas a alegrar los viernes con tus reflexiones.
    M’encanta tu forma de ver la vida i sobre todo la pasion que pones en tus escritos.
    Cuidate ese resfriado que se acerca el frio y has de estar preparada.
    un abrazo para ti y tus acompañantes de 2 y 4 patas.
    manel

    Le gusta a 1 persona

    1. Manel! Que me andas por aquí! Jejeje, las visitas que veía que me llegaban desde Andorra me hacían sospechar… Disfruta de ese espectáculo! 😍 Gracias mil por pasarte por aquí. Un abrazón!

      Me gusta

  2. Laurita. Desde el caos, el consumismo, la queja constante, el bullicio y el confort infravalorado, te leo y suspiro y digo : esta mujer siempre sabe encontrar las palabras y siempre ve la vida con otros ojos, y me encanta. Hago parte del club de fans q espera leerte todos los viernes. Un abrazote.

    Le gusta a 1 persona

    1. Jajaja, Carito! No me hagas un club de fans que no sé qué hacer con él 🤣🤣🤣 Qué guay saberte presente! Gracias mil! Y a disfrutar de la abundancia que emana de esa cosita pequeñita que tienes junto a ti! Un abrazo!!!

      Me gusta

Deja un comentario