La posición de Saturno

Conoces a Saturno? Es un señor celeste cuya misión es preservar los límites. Por eso dispone de un anillo alrededor de su cuerpo, y por eso es el último planeta visible a ojo desnudo… custodiando la frontera que separa a los planetas tradicionales de los transpersonales.

De pequeña tenía un Saturno colgado del techo de mi habitación. No sé por qué, simplemente me gustaba su figura. También tenía un montón de estrellitas de esas que brillan en la oscuridad. Un sol naranja de cara risueña colgaba de una pared, y una apacible luna tricolor colgaba de otra. De una manera u otra, los astros estaban materialmente presentes, como queriendo recordarme su protagonismo en nuestra historia.

Saturno… Lxs clásicxs lo llamaban el gran maléfico, aunque en astrología evolutiva se le considera el maestro severo que te empuja a perseguir la excelencia. En la práctica… es ambas cosas. Saturno implica una putada, pero también la oportunidad de generar la resistencia necesaria en toda carrera de fondo, el andamiaje seguro en cualquier obra y la sabiduría propia de la veteranía.

Saturno está ahí, moviéndose junto al resto de los astros. No genera nada en sí mismo, no provoca las desgracias que se le achacan, no es el culpable de bloqueos y restricciones. Es un jugador más en el tablero cósmico, cuyo movimiento guarda correlación directa con las experiencias cotidianas. «Como es arriba, es abajo», dijo un tío muy sabio, hace mucho tiempo, en una tierra muy lejana y misteriosa.

Saturno es un importante matiz en el calendario celeste. Observar su ubicación ayuda a entender por qué cada momento es cómo es. Cada unx de nosotrxs, hijx de un momento determinado, llevamos impresa en nuestro ADN cósmico la huella de ese preciso instante en que el aire de este planeta Tierra conquistó por primera vez nuestros pulmones.

Cuando yo nací, Saturno atravesaba el signo de Sagitario, igual que el Sol, la Luna y Urano. De hecho, la distancia que lo separaba del Sol era muy corta, menos de 2°. Esto quiere decir que sus energías se fusionan y se manifiestan a la vez: cada vez que algo genuino pulsa por expresarse, también se expresa Saturno. Y Saturno es el juez que bloquea, que impone sanciones a lo imperfecto, que castra la creatividad infinita propia de Urano (la mitología narra literalmente este acontecimiento, porque en verdad Saturno no se anda con chiquitas).

Además, en aquel momento en que yo nací, está conjunción entre el Sol y Saturno, hacía una cuadratura a Júpiter y Marte. Pues sí… Saturno estaba bastante charlatán en aquel momento y, no contento con el bloqueo impuesto al Sol, también abría un beligerante frente con estos dos señores, encargados de la preservación de la fe y la conquista de los sueños, respectivamente.

Hija de ese instante, asisto a ese diálogo planetario dentro de mí. Así como se expresaba la energía en aquella noche de diciembre, así me late dentro hoy por hoy. Retos y potenciales encapsulados en este avatar que elegí antes de haberme olvidado de la elección, y de la motivación subyacente a ella.

Si sigo observando a Saturno en mi mapa personal, resulta que se aposentó en mi casa 5, hogar natural del Sol, entorno propio de la creación y la libre autoexpresión. Además, soy ascendente Leo. De nuevo, el mismo mensaje… Saturno tiene un protagonismo en esta historia imposible de obviar.

Así que sí, claro, reconozco el fuego que soy. Siento al centauro relinchar bajo la opresión de Kronos, siento el tacto del arco en mi mano y el ardiente deseo de disparar su flecha hacia la Verdad. Siento la voluntad de Ser, siento la pasión y el instinto, siento la voz de mi corazón susurrarme historias inspiradoras… Claro, soy hija de aquel instante.

Pero también siento el peso de la coraza, los músculos doloridos de reprimir mi propio baile, el frío acero presionar mi pecho. Siento la dureza y severidad de mi mirada, la espartana rigidez de mis elecciones y el discurso interno que me sentencia con su «no eres suficiente»… Claro, soy hija de aquel instante.

Y son bastante inútiles las astroexcusas, pero muy útil la mirada astrológica. Porque se me quitan las culpas cuando entiendo el por qué de mis prematuras depresiones, mi fuerte tendencia al aislamiento, mi limitante timidez y mi constante sensación de inadecuación. Entiendo que, aunque la música suene dentro de mí, compartirla implica burlar el feroz asedio de Saturno.

Así que asumo que este estreñimiento espiritual y creativo es una fase de un proceso laaaargo. 29 años… 29 años tardó el colega en darse una vueltita entera, en recorrer cada escenario y atravesar cada una de las doce energías, en hacerme un primer pase de todo su arsenal. Toca ahora una segunda vuelta, y aunque me debiera pillar más madura, en ocasiones me sorprende un tanto distraída.

Y verlo me ayuda a conocerlo. Escuchar su potente voz entre todas las demás y concederle su espacio, importante pero no tan limitante. Porque no le gusta que hable, pero he hablado. No le gusta que se me vea, pero se me ha visto. No le gusta que cante, pero he cantado. Y el haberlo hecho una vez hace más fácil que suceda una segunda, y tras la segunda viene la tercera, y entre ellas me avinagran menos sus vinagres, a la vez que observo mis errores sin dejar de merecer por ello el aire que respiro.

Y Saturno me dice que «menudas mierdas escribo», que «pa qué derrocho el tiempo en estos párrafos?» Y Júpiter le invita a tener paciencia, a simplemente encontrarse en el proceso de hacerlo, a relajarse entre la búsqueda y los intentos… a vivir lo «imperfecto» mientras se gesta lo sublime.

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